Nuestra alimentación está condicionada por nuestra realidad biológica, psicológica y social. Comemos aquello que nos sienta bien, ingerimos alimentos que son atractivos a nuestros sentidos y que nos proporcionan placer, llenamos la cesta de la compra con productos que nos permite nuestro bolsillo, servimos o nos sirven comidas según si somos mujeres u hombres, niños o adultos, pobres o ricos y elegimos o rechazamos alimentos a partir de nuestras experiencias diarias y de nuestras ideas dietéticas, religiosas o filosóficas.
A su vez, la alimentación física y la alimentación emocional están íntimamente relacionadas desde nuestro nacimiento, ya que desde que nacemos, el acto de comer está ligado al desarrollo de las emociones. Una alimentación sana en la edad adulta viene condicionada por los vínculos afectivos que establece el niño fundamentalmente con la madre. La alimentación emocional condiciona por tanto la alimentación física.
A lo largo de mi trayectoria profesional, me he dado cuenta de que un porcentaje importante de la población no se alimenta bien, no porque no quiera, sino porque no sabe cómo hacerlo.
Aprendemos a comer de lo que nos explican nuestras madres, que aprendieron de nuestras abuelas, pero a ellas tampoco nadie les enseñó.
¿Por qué fallan las dietas? Las dietas funcionan mientras se hacen, pero el problema es que no es posible estar toda la vida a dieta porque en sí la palabra dieta lleva implícito privación y fuerza de voluntad.
Y ¿qué ocurre cuando nos hemos de privar de algo? Que nos apetece más y entonces se genera una tensión derivada del conflicto entre lo que podemos o no podemos comer frente a lo que realmente nos apetece, y eso nos produce malestar. Ese malestar nos impulsa hacia la comida para hacernos sentir mejor, pero entonces empezamos a sentirnos culpables por no haber sido capaz de tener voluntad. Al cabo de un tiempo, empezamos otra dieta, y así entramos en un círculo de dieta – privación – conflicto – ansiedad – impulso hacia la comida – sentimiento de culpabilidad, pero cada vez con más creencias autolimitadoras acerca de nuestra capacidad.
Las claves de un cambio permanente:
Aprender a alimentarse: entender cómo funciona nuestro cuerpo, qué necesidades básicas tiene y cómo cubrir dichas necesidades de una forma sana y saludable.
Escuchar los mensajes de nuestro cuerpo: el cuerpo es sabio y si escuchamos sus mensajes él nos guiará acerca de lo que necesita, de lo que le va bien y de lo que no. No hay dos personas iguales, por lo tanto cada dieta debe ser personalizada y adaptada a cada individuo.
A través de un asesoramiento personalizado aprenderás:
- El funcionamiento y las necesidades básicas de tu cuerpo. Entender nuestros biorritmos y fisiología hormonal te ayudará a entender cómo planificar tus comidas.
- Cómo elaborar un plan de alimentación saludable, adecuado a tus necesidades fisiológicas y emocionales.
- Cómo organizar tu nevera y despensa para facilitar tus comidas.
- Opcional: te puedo acompañar a comprar para maximizar tu cesta de compra y ayudarte a organizar y planificar tus menús semanales.
Las visitas pueden ser presenciales, consultas telefónicas, por skype o correo electrónico.
¿A qué esperas para empezar? Hoy puede ser el principio de una nueva vida. Está en tu mano decidir si vas a seguir igual o si vas a priorizar tu salud y tu bienestar físico y emocional porque recuerda la salud física y la salud emocional están entrelazadas.
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