Si repasamos algunas de las muchas frases hechas en las que se habla del corazón, veremos que siempre se refieren situaciones emotivas: «El corazón me salta de alegría/del susto; me ha dado un vuelco el corazón; se me sale del pecho; me ha roto el corazón; se me oprime el corazón»… Si una persona carece de sentimientos decimos que «no tiene corazón» y hablamos de una persona con «un gran corazón» cuando nos referimos a una persona abierta y expansiva.
El ser humano tiene dos centros, uno arriba (cabeza) y otro abajo (corazón), que se corresponden con el entendimiento y el sentimiento (la emoción).
Hablamos de una persona “completa” cuando existe un equilibrio armónico entre la razón y la emoción o el sentimiento.
Pero el corazón no es sólo un centro más; es el centro del cuerpo. Está en el lugar que tocamos cuando nos señalamos a nosotros mismos.
El corazón es un órgano sensorial que además de darnos y quitarnos la vida, recibe y procesa información.
Está vinculado al cuarto chacra y tiene un sistema nervioso independiente con más de 40.000 neuronas y una tupida red de neurotransmisores y de proteínas.
El corazón puede tomar decisiones y pasar a la acción independientemente del cerebro; puede aprender, recordar e incluso percibir.
Existen 4 conexiones entre el corazón y el cerebro:
1- Neurológica – Impulsos nerviosos a través del nervio vago que llegan al cerebro límbico y al neocórtex. El corazón envía más información de la que recibe y puede inhibir o activar determinadas partes del cerebro. Puede influir por tanto en nuestra percepción de la realidad.
2- Bioquímica – Hormonas y Neurotransmisores. El corazón segrega una hormona (ANF) que estimula la liberación de la oxitocina (la hormona del amor) que bloquea la amígdala e inhibe la formación del cortisol (la hormona del estrés).
3- Biofísica – ondas de presión. A través del ritmo cardíaco y sus variaciones, envía mensajes vía el sistema nervioso simpático/parasimpático al cerebro y a todas las células de nuestro organismo.
Cuando estamos en un estado de coherencia cardíaca, el corazón emite una frecuencia armónica, mientras que cuando estamos en disonancia, emite una frecuencia disarmónica y caótica.
Normalmente, no percibimos los latidos del corazón; sólo una emoción o una enfermedad nos hacen sentirlos; los percibimos cuando algo nos excita o cuando algo se altera. Aquí está la clave para la comprensión de los síntomas cardíacos: son síntomas que obligan a la persona a escuchar su corazón.
4- Energética – El campo electromagnético del corazón es 5.000 veces más intenso que el del cerebro y produce de 40 a 60 veces más bioelectricidad que el cerebro; se extiende más de 4 metros alrededor del individuo, por lo que todos los que nos rodean reciben la información energética contenida en nuestro corazón. La energía del corazón se transfiere a todas las células del cuerpo y las une en coherencia positiva o negativa.
Las ondas cerebrales se sincronizan con las variaciones del ritmo cardíaco; es decir, el corazón arrastra a nuestra cabeza. El cerebro del corazón activa en el cerebro de la cabeza centros superiores de percepción que pueden interpretar la realidad sin apoyarse en experiencias pasadas.
Los armónicos del corazón y las frecuencias de latido del corazón afectan la estructura del ADN. A mayor coherencia emocional, se produce mayor cantidad de la enzima que trenza la estructura de cadena larga del ADN durante su replicación.
Sólo existen dos emociones que los seres humanos pueden experimentar: miedo y amor. Las demás son derivadas de éstas. El miedo tiene una frecuencia vibratoria larga y lenta. El amor tiene una frecuencia vibratoria rápida y alta.
El miedo al ser una onda larga y lenta de emociones, toca relativamente pocos puntos del ADN, por lo tanto, un individuo viviendo en el miedo está limitado al número de antenas que tiene disponible.
Un individuo viviendo en el patrón del amor, toca más puntos del ADN ya que su frecuencia es más alta y la onda más corta. Eso hace que tenga más sitios potenciales para la codificación a lo largo de la estructura genética.
Los resultados de un experimento realizado por el “Institute Heart Math” acerca de los efectos de las frecuencias coherentes del corazón y los cambios en la conformación del ADN, mostraron que el ADN cambia de forma según las emociones o sentimientos que experimentamos.
Frente al amor, la gratitud y el aprecio, el ADN respondió relajándose y sus filamentos estirándose. El ADN se hizo más largo.
Frente al miedo, la rabia y el estrés, el ADN respondió apretándose. Se hizo más corto y se apagaron muchos de sus códigos.
En pacientes VIH positivos, los sentimientos de amor, gratitud y aprecio crearon una respuesta inmune 300.000 veces superior que la del grupo control.
Sabemos también que los cromosomas tienen un campo magnético a su alrededor y que si se distorsiona en época de replicación celular, por estados de ánimo negativos o por estrés, puede dar lugar a una alteración del ADN.
¿Cómo podemos vivir en coherencia cardíaca?
- Practicando la respiración pausada centrando toda la atención en el corazón.
- Inhalando por la nariz llenando el abdomen, retener el aire unos segundos y soltar pausadamente todo el aire hasta vaciar totalmente los pulmones.
- Intentar realizar 6 respiraciones completas en 1 minuto, 18 a los 3 minutos.
- Colocar la mano sobre el corazón para enfocar más la atención mientras visualizamos un entorno relajante (mar, montaña…) con personas que nos generan sentimientos positivos.
· Y… Pregúntate:
- ¿Tienes la cabeza y el corazón, el entendimiento y el sentimiento en equilibrio armónico?
- ¿ Dejas a tus sentimientos espacio suficiente y te atreves a exteriorizarlos?
- ¿Vives y amas con todo el corazón o sólo con la mitad?
- ¿Tiene tu vida un ritmo vivo y animado, o la fuerzas a un compás rígido?
- ¿Hay todavía en tu vida combustible y explosivo?
- ¿Escuchas a tu corazón?
«Escucha a tu cabeza pero deja hablar a tu corazón»
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