“Si se coloca una rana en un recipiente con agua fría, la rana se moverá tranquilamente pese a las limitaciones de espacio.»
Si por el contrario, el agua está a punto de ebullición, desesperada, tratará con todas sus fuerzas de salir de allí.
Pero si al principio el agua está fría y una llama calienta el contenido del recipiente de manera gradual, la rana percibirá el cambio de temperatura aunque nada le generará sensación de peligro. Tiene la posibilidad de saltar, pero se va adaptando y aplaza la decisión hasta que ya no tiene fuerzas para reaccionar.
«Se siente cómoda en un sistema que termina lentamente y sin que lo perciba por matarla.”
Eso es lo que ocurre con los seres humanos. Un poco de estrés activa nuestro organismo, nos proporciona energía y nos pone en marcha. Pero cuando el estrés va aumentando y la energía para la acción no la liberamos, se va acumulando y acumulando hasta llevarnos a un estado de agotamiento. Es como una olla a presión a la que si seguimos añadiendo presión y no vamos liberando vapor, puede explotar.
El estrés agudo es la reacción automática, adaptativa y de supervivencia de nuestro organismo frente una situación de peligro. Percibimos una amenaza (un perro que nos quiere morder, un león que nos va a atacar) y en cuestión de segundos se activa nuestro organismo. Nuestro cuerpo se prepara para el ataque o la huida segregando hormonas del estrés (cortisol y adrenalina) que hacen que el corazón empiece a latir más deprisa, la respiración se acelere, la sangre corra a mayor velocidad para llegar a los músculos de las extremidades, se paren los procesos digestivos y nuestra mente esté alerta. Estamos preparados para atacar o huir. Al cabo de unas horas de haber cesado el evento estresante, recuperamos el equilibrio homeostático (disminuyen los niveles hormonales en sangre).
El estrés agudo suele ir acompañado de restricción alimentaria, porque toda nuestra atención está centrada en afrontar el evento estresante y disminuye el apetito y se bloquean las funciones digestivas.
El estrés crónico por el contrario, es un estado de alerta permanente, de excesiva preocupación y anticipación por lo que pueda ocurrir. Basta con imaginar una situación estresante para que nuestro organismo desencadene la misma respuesta fisiológica como si realmente existiera (lloramos cuando vemos una película dramática y sufrimos con las películas de terror). En la medida que va aumentando el estrés y no liberamos ese exceso de energía, llegará un momento que explotará. Y cuando explotamos, sobreviene el agotamiento y la enfermedad porque nuestro cuerpo lleva tanto tiempo viviendo en modo de supervivencia que no se ha ocupado de los procesos de reparación y regeneración celular.
El estrés crónico suele ir acompañado de sobrealimentación; comer compulsivo, saltarse comidas y horarios anárquicos.
El exceso de cortisol incrementa la ghrelina (la hormona del apetito) e incrementa el deseo de comer alimentos dulces porque nos dan energía rápida y estimulan la producción de endorfinas que nos dan confort y placer. El cerebro no puede esperar, necesita recibir su dosis de glucosa para seguir funcionado.
También altera la función digestiva y el sistema endocrino: produce acidez de estómago porque aumenta la secreción de ácido clorhídrico, lo que enlentece la digestión y suele acompañarse de malestar, dolor abdominal, diarrea y en ocasiones estreñimiento. Además, favorece la formación de depósitos de grasa abdominal y la retención de líquido para lidiar con la acidosis que se genera.
Otro efecto del cortisol es que marchita las dendritas en la zona del cerebro encargado del aprendizaje y la memoria. Por eso, cuando estamos estresados nos volvemos olvidadizos y nos cuesta concentrarnos. La buena noticia es que las dendritas vuelven a crecer cuando disminuye el cortisol.
¿Por qué comemos cuando estamos estresados?
Porque el cerebro reclama más glucosa, más combustible….y la forma rápida de conseguirlo es con los alimentos ricos en azúcar. Además hemos asociado la comida con bienestar y con un remedio fácil y rápido para eliminar el malestar…..
”Cuando estamos ocupados con la comida dejamos de pensar en lo que nos preocupa”.
Algunas pautas que nos pueden ayudar a gestionar el estrés son:
1. 1- Vivir el presente – enterrar las penas del pasado y dejar de preocuparse por lo que pueda pasar. “Sólo existen dos días al año en que no se puede hacer nada; uno se llama ayer y otro mañana”.
2. 2- Hacer ejercicio físico – permite liberar la energía acumulada, libera endorfinas que nos hacen sentir bien y activa el metabolismo.
3. 3- Dormir 7 horas para permitir que nuestro organismo lleve a cabo los procesos de regeneración y reparación celular. Además, cuando dormimos poco aumentan los niveles de grhelina que es la hormona del hambre que nos induce a comer.
4. 4- Escuchar música relajante – reduce el estrés y la ansiedad
5. 5- Practicar yoga o meditación – conectar conscientemente con el aquí y ahora produce una sensación de relajación y bienestar.
6. 6- Rodearte de olor a lavanda – aceites, velas, lociones, pulverizadores.
7. 7- Practicar el agradecimiento – los sentimientos de gratitud activan las regiones del cerebro asociadas con la dopamina, el neurotransmisor de la recompensa. Anotar de manera regular las cosas por las que se está agradecido, o simplemente reconocerlas, mejora los patrones de ejercicio, reduce las molestias físicas, el insomnio y la depresión.
8. 8- Practicar la respiración diafragmática – calma los ganglios basales (la zona que controla la ansiedad), relaja los músculos, regula el ritmo cardíaco y permite oxigenar mejor las células del organismo y eliminar los productos de desecho.
9. 9- Reir más –la risa contrarresta el estrés, estimula el sistema inmunológico, facilita la digestión y permite la liberación de endorfinas.
10. 10- Hacer una dieta alcalinizante – cuando estamos estresados el cuerpo entra en un estado de acidosis y para contrarrestarlo tenemos que consumir frutas, verduras, cereales integrales, legumbres y semillas y reducir el consumo de proteínas animales, azúcares, cereales refinados, sal y grasas saturadas.
» «Aunque el día pueda estar nublado, el Sol ha salido como cada mañana. Está en nosotros cómo vemos el día. Disfrútalo y sonríe» (Agustín Rosa).
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